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domingo, 1 de agosto de 2010

Parábola de los jardineros

Había un campo árido, frío y seco. Y Dios decidió hacer una prueba en él. Se sentó sobre una roca y espero.

Llegaron dos viajeros y Dios les dijo, que podían quedarse y convertirse en jardineros y convertir ese terreno en un paraíso. Pero que los dos, deberían convertirse en jardineros con un objetivo común.

Se pusieron los viajeros a hablar entre ellos. Cambiaron impresiones, dialogaron, se conocieron y decidieron que no valía la pena.

Al día siguiente, llegaron otros dos viajeros y Dios les hizo la misma propuesta, Se repitió el intercambio de opiniones y decidieron intentarlo. Se pusieron manos a la obra. Al principio, con mucho esfuerzo y animo por parte de los dos. El terreno yermo, comenzó a convertirse en un precioso jardín. Pero poco a poco, uno de ellos comenzó a flaquear, cuando llegaron las primeras dificultades. Y aunque el otro no se daba cuenta, un día se encontró solo, Entonces, Dios le dijo, que debía marcharse también, que habían hecho lo más difícil, pero que la tierra necesitaba el cuidado de los dos jardineros, y que uno de ellos había matado la posibilidad de un precioso vergel, cuando todavía no llegaban los frutos. El jardinero entristecido, se marchó.

Con el tiempo aparecieron otros dos viajeros. La historia fue parecida, solo que esta vez cuando comenzaban a brotar los tallos verdes, llego un tercer jardinero y uno de los primeros abandono a su compañero por el recién llegado.

Meses más tarde, de nuevo llegaron otros dos viajeros. Se entusiasmaron con el proyecto y se pusieron manos a la obra. Y cuando la tierra, les comenzaba a regalar el fruto de su trabajo, un buen día decidieron que no valía la pena. Y con la misma ilusión con la que comenzaron, se pusieron a destruir su obra. Y después cada uno siguió su propio camino.

Pasado un tiempo, llegaron otros dos viajeros y recibieron la misma invitación. Tras las consabidas deliberaciones, se pusieron manos a la obra. Comenzaron con brío, con esmero y con mucha ilusión. Cuando el terreno comenzaba a sentir vida, llego el frío y las heladas. Ambos, protegieron lo que habían sembrado y lo cuidaron con esfuerzo. Y la tierra se lo agradeció. Después llego el calor y la sequía, buscaron agua y regaron. Y la tierra se lo agradeció. A veces uno de ellos flaqueaba, perdía la ilusión, pero entonces se apoyaba en el otro y se recuperaba. A veces los dos la perdían, pero entonces miraban su ya precioso jardín y poco a poco volvían las fuerzas. Pasaron los años, y al final uno de ellos murió. El otro continuó cuidando su paraíso y recordando a su compañero hasta que también le llego su hora.

Pasado los años, pasaron otros viajeros por allí. Dios les contaba la historia de ese vergel. Y después les preguntaba:
¿Y vosotros que jardineros queréis ser?

Dragón

Cuatro son los puntos cardinales.
Fuego y Agua, Tierra y Aire, cuatro son los elementos
Ocho son los vientos y los lados de mi caja.
Ocho e infinito mis serpientes tatoo.
Ocho en piedra es mi nombre.
Sólo aquel que domina sus miedos, es capaz de enfrentarse a su Dragón.
Sólo aquel de corazón puro, es capaz de mirar a los ojos a su Dragón.
Sólo aquel capaz de mantener esa mirada, se enfrentará a las ardientes llamas y dominará a su Dragón.
El poder y la fuerza, residen en el corazón de aquel que vuela a lomos de su Dragón.