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viernes, 25 de noviembre de 2011

Un relato ya antiguo.


Te están bañando, en un agua repleta de sales y aceites. Unas delicadas manos no dejan ningún rincón de tu cuerpo sin acariciar con la sensual dulzura de las esponjas.
Te están secando, con turgentes y suaves toallas
Te están peinando, con la delicadeza que se dedica a las que se van a entregar.
Te están perfumando, todos los poros de tu piel con aromáticas fragancias.
Te están vistiendo o mejor dicho simplemente adornando.
Un precioso velo, por debajo de tus ojos, a los que ensalza. Que deja intuir tus rojos y apetitosos labios.
Un sujetador, formado únicamente por cadenas de plata, que no cubre tus pechos, sino que los enmarcan, que centra tus altivos pezones en el universo.
Un cinturón de finísimos eslabones de plata, del que cuelgan los velos, que realzan tu cintura, que lloran desde ella hacia el terrenal suelo, elevando  tus sensuales encantos, hasta convertirlos en una fruta prohibida destinada a ser manjar de dioses.
Collares, brazaletes, colgantes, pulseras, pendientes, esclavas…Nada parece suficiente para adornar tu cuello, tus muñecas, tus tobillos… Ninguno está a la altura de tu deslumbrante belleza.

Y te acompañan.
Y caminas orgullosa y altiva, en medio de la comitiva que te llevará hasta tu destino…

Y las antorchas rebrotan sus llamas.
Y dirigen sus resplandores para iluminar tu presencia.
Y se hace el silencio, cundo quedas sola en medio de la estancia.
Y ese silencio, solo se rompe por el aroma de los inciensos que embriagan los sentidos.
Y ese silencio, cobra vida, cuando los músicos, hacen cantar sus delicados instrumentos.
Y esa música, se convierte en fantasía, cuando tu cuerpo se cimbrea al son de los acordes de la antigua danza.
Y tu cuerpo se transforma, bajo la embriaguez del momento, en un paraíso perdido. 

Y la música cesa.
Y tu danza se para.
Y los corazones enmudecen sintiendo la magia.

Dos mujeres se acercan a ti, sosteniendo una gran bandeja de plata.
Otra mujer se acerca a ti. Y lentamente, te desnuda.
Y todo aquello, que te engalanaba, va a parar a la bandeja.

Y por fin, desnuda.
Ante todas las miradas.
Y tu pendiente solo de una.

Y por fin a solas con tu Señor.
Porque todo el mundo a abandonado en silencio la sala.

Y por fin, andas.
Y tus pasos, se encaminan a tu deseado destino.
Atada por las invisible cadenas que tu has escogido
Y llegas a mi…

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