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lunes, 5 de diciembre de 2011

El camarero. I.


Vaya por delante primero de todo que es un homenaje a todos aquellos, sin distinción de edad, sexo, religión, afiliación política, tendencia sexual, rol, etc.., que se dedican a la restauración.
A ese que ha hecho de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, una forma de vida.
Hay mucho intrusismo, pero a esos no los cuento. Comencemos.
Cualquiera de Ustedes, se considera una buena persona, educada, amable, puede que incluso hasta empática. Pues va a ser que no.
Todos vamos al Banco, al médico, al supermercado, al estanco, a coger el autobús, lo que sea. Estamos bien educados, esperamos nuestro turno, a veces durante un montón de tiempo, y nos podemos cabrear o poner nerviosos, pero las reglas son las reglas. Hasta ahí estamos dentro del estereotipo.
Vamos al bar!!! O a la cafetería, o al restaurante o al chiringuito de la playa. Transformación!!!!: camarero!!! Oye!!! Silbidos!!! Shistamosssss!!!
Entramos y queremos ser atendidos al momento, da igual como esté el local, si han llegado cien personas antes que nosotros. YO ESTOY AQUÍ Y LO QUE DESEO DEBE PASAR POR ENCIMA DE LOS DEMAS. YO NO PUEDO ESPERAR.
Increible. En ningún otro lugar se ven las faltas de respeto que se ven en cualquier bar hacia una persona, que está allí para hacer un trabajo, no para ser humillada. He visto a gente que presume del más estricto protocolo y educación, silbar a un camarero.
El camarero ama su trabajo, ama a sus clientes. Pero no deja de ser una persona, por encima de todo. Y todos hemos recibido más de una vez alguna mala respuesta de un camarero. AIIII!!!!! Que horror.
Si el cajero del banco tiene un mal día, que se le va a hacer, por poner un ejemplo. Pero un camarero!!! Quien se ha creido que es!!!! Mindundi, desgraciado, poca cosa,…
No nos ponemos nunca en la piel, de esa otra persona. Y el caso es sangrante.
Veamos. Llevas años yendo a la misma pescadería, conoces el genero y al pescadero. Te atiende muy bien y estas muy contento de ser su cliente. Un día está saturado de clientes, esperas tu turno y cuando te atiende, lo hace de forma más rápida, mecánica y hasta desagradable de aquello a lo que te tiene acostumbrado. Pobrecito, está saturado, cuanto trabajo, está agotado. Llegas a pensar que has ido en mal momento, que ya sabes lo que pasa, si vas a esas horas.
Te vas al bar a tomarte una caña. También eres cliente de allí. El camarero, no sólo te ha servido durante los mismos años que el pescadero, sino que siempre te ha tratado especialmente bien, e incluso más de una vez, te ha escuchado y ha ejercido de psicólogo de barra. El bar está a reventar. Y tú no puedes esperar, precisas su atención ya. Él, está saturado y su respuesta no es la que tú esperas. Bye, bye, bambino. La sentencia está dictada, mira como te ha tratado. Adiós, me voy dando un portazo y me voy en busca de otro bar.
Eres una buena persona, adulta, educada, coherente, justa, comprensiva, respetuosa. Ese es el concepto que tienes de ti y que deseas que tengan los demás de ti. Pero acabas de sentenciar a tu camarero. Que más da las veces que te haya preparado algo especial, las sonrisas que te haya dedicado, las veces que te haya escuchado. Da igual. No hay clemencia.     
No hace mucho, presencié una escena que me conmovió. Un bar a reventar, un camarero saturado y un señor de unos ochenta años con muletas. Ese anciano acude cada día al bar a la misma hora.
Ese día el camarero, casi lo echó porque necesitaba sillas para otra gente. Le sirvió el cortado tarde y mal. El viejecito no rechisto en ningún momento. Pasada la vorágine, el camarero se dio cuenta de que el hombre continuaba en su silla y se sintió mal , por lo que había hecho. Fue a disculparse de todo corazón, se sentía fatal. Escuchar la respuesta del anciano fue conmovedor: “Tú me atiendes bien, casi siempre. Hoy tienes un mal día. Quien debería disculparse sería yo, sino fuese capaz de entender eso”. Se levantó agarró sus muletas y mientras echaba a andar, dijo: “Eres una buena persona y un buen camarero. Y por encima de eso eres mi camarero”.
La reflexión que me hago, me la quedo para mí.
Un respetuoso saludo a quienes son capaces de entender al camarero.

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