Me ha costado. Parecía que estaban llenas de plomo. Es algo que nunca me había sucedido.
Cuando salimos juntos de viaje, mis maletas parecían no pesar nada. A la vuelta, uff, su peso es inmenso. Como si no quisiesen volver a casa.
Me quedo un rato mirándolas. Hasta que por fin las entiendo, y entonces sonrío. Lo que no quieren es que las guarde. Porque hay muchos más viajes que celebrar. Porque después de este segundo viaje, vendrá el tercero, y todos los que vengan detrás.
Y también tus maletas, conocerán pronto mi casa, como las mías conocen la tuya.
Lo que quieren es que mire dentro de ellas. Y que vea que vuelven llenas de felicidad.
Gracias, preciosa.
Publicado el 15 de octubre de 2008 en mi blog de someteme.
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